Con solo 19 años, la tenista nacida en la vieja Yugoslavia era la clara dominadora del circuito WTA. Entre el Roland Garros de 1990 y el Abierto de Australia de 1993, obtuvo ni más ni menos que ocho títulos de Grand Slam.
Sus enormes resultados le permitieron llegar al número uno del mundo, dejando en segundo lugar a la histórica alemana Steffi Graf. Todo indicaba que la superioridad de la doble campeona de Fed Cup se iba a extender por un largo tiempo, pero un bochornoso e inesperado hecho le puso un parate a su espléndida carrera.
A fines de abril del 93´, Seles estaba disputando frente a Magdalena Maleeva su encuentro de cuartos de final de Hamburgo. En el descanso que la tenía 6-4 y 4-3 arriba en el marcador, un sujeto ingresó a la cancha y la apuñaló por la espalda con un cuchillo de cocina, provocándole un corte de una profundidad de tres centímetros. Un acto cobarde y criminal.
Mónica debió ser retirada del campo con la rápida asistencia de los médicos. El agresor fue capturado e identificado en la brevedad. Se trataba de Günther Parch, un alemán fanático de Steffi Graf. El objetivo de su accionar era contundente: herirla lo suficiente como para ponerle un freno a su senda triunfadora.
El daño físico no fue tan grave como el psicológico. La herida cicatrizó en dos semanas y su regreso a la pista se esperaba para el posterior Wimbledon. Pero eso no ocurrió. La serbia sufrió de ataques de ansiedad, sobrepeso y una extensa depresión, que la alejó del deporte de sus amores por dos años.
Por su parte, Parch, que tuvo intentos de suicido en los años previos al suceso, fue sentenciado a dos años de cárcel en libertad condicional y transferido a un centro de rehabilitación para enfermos psiquiátricos.
Recién para 1996, la nacida un 2 de diciembre de 1973 logró un nuevo título grande en Australia, el cual fue su último a nivel Grand Slam. En 2003, después de varias lesiones, la medallista de bronce en los Juegos Olímpicos de Sidney decidió retirarse de la competencia profesional.