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Australian Open

El Australian Open tiene un final feliz

Esta edición del Australian Open será recordada por la cantidad de cuentos de hadas que trajo al mundo del tenis. Y cerrará con broche de oro con una edición más de una de las rivalidades más grandes en la historia del deporte: Roger Federer vs. Rafael Nadal.

Foto: Clive Brunskill/Getty

Foto: Clive Brunskill/Getty

Federer enfrentará una vez al que seguramente es el rival más grande que ha tenido a lo largo de su exitosa carrera. El suizo está abajo en los enfrentamientos entre ellos 11-23. Sería difícil de creer que Roger tiene un rival que lo ha vencido más del doble de las ocasiones en las que él ha logrado superarlo, pero ese es Rafael Nadal.

‘Su Majestad’ está prácticamente abajo en todos los tipos de enfrentamientos ante Rafa. De las 21 finales que han disputado entre ellos, Federer solo ha logrado ganar 7, por 14 del español. Concretamente en finales de Grand Slam, Nadal ha logrado ganar 6 veces, incluyendo la final del 2009 en Melbourne. Roger solo ha ganado 2 finales en torneos grandes, ambas en Wimbledon (2006 y 2007).

Sin embargo Roger es el vivo ejemplo del éxito inesperado. A pesar de su talento, él mismo dudaba que, luego de estar inactivo durante seis meses, pudiera tener un desempeño en Australia como el que ha tenido. Ha logrado vencer a tres tenistas dentro del top10 para situarse en la final y tiene la oportunidad de conseguir su Grand Slam número 18. Federer está más vivo que nunca.

La presencia del suizo en una final de Grand Slam con 35 años de edad, no significan otra cosa que una carrera sumamente sana, aunque últimamente le haya traído problemas. Además, Roger llegará mucho más descansado que su rival, ya que gozó de prácticamente un día más de descanso.

Foto: Cameron Spencer/Getty

Foto: Cameron Spencer/Getty

Del otro lado de la cancha estará uno de los corazones más grandes en la historia del deporte, Rafael Nadal. El español no pudo haber tenido una mejor preparación de cara a su encuentro con Roger. Venció a un Dimitrov que hacía recordar los años dorados de Federer con sus golpes planos desde el fondo de la pista, y que terminaban mordiendo las líneas para convertirse en tiros ganadores.

Nadal ha sufrido como nadie más las facturas que puede pasar el cuerpo. El estilo tan característico del balear, basado en el desgaste físico y las revoluciones al máximo de principio a fin de partido, lo han mantenido alejado no solo de las canchas, si no de la mejor versión de él mismo.

La llegada de Carlos Moyá al equipo de Rafa no solo le ha traído tranquilidad a Nadal, también le ha ayudado a mejorar el servicio y a recuperar ese drive que tanto daño le hacía a los rivales, especialmente a Roger Federer. El español encontró la fórmula para neutralizar el espectacular revés a una mano del suizo, arma con la que dominó el circuito durante mucho tiempo.

El tenis y el deporte en general necesitaban otro enfrentamiento en un escenario de ésta índole. Otro choque de estilos y de polos opuestos. De las figuras que cambiaron la cara del tenis moderno y que se niegan a formar parte del pasado y de la historia, y que se siguen aferrando al presente. La elegancia del maestro, del más ganador, se enfrenta a la garra del más luchador, del que siempre ha estado al acecho.

Foto: Greg Wood

Foto: Greg Wood

Difícilmente habrá otro partido que represente tanto al tenis como el Federer vs. Nadal. En la memoria ya quedan aquellas finales de Roland Garros en las que Rafa se impuso, y aquellas dos primeras de Wimbledon en las que Roger demostraba por qué era el número uno del mundo. El suizo cada vez hacía mejor al español y el de Manacor cada vez exigía más al de Basilea.

Australia tiene como premio la final de Roger vs. Rafa porque fue el escenario en el que algo ocurrió por primera vez. Roger Federer dejó el Olimpo del tenis y se volvió humano al lado de Rafael Nadal. Las lágrimas de aquel 2009, provocadas por el amigo y el rival al mismo tiempo, quedarán incluso en la memoria de aquellos que no las atestiguaron.

El tenis tiene su final una vez más. Australia se encargó de regalarla quién sabe si por última vez. Quizá por eso tardaron ocho años en volverse a encontrar en una final de Grand Slam, porque había que enseñarle al mundo del deporte a valorar sus clásicos, incluso cuando ya están acostumbrados a ellos.

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