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Roland Garros

El Rey de Arcilla volvió a su trono

Tuvieron que pasar tres largos años para que el reino del polvo de ladrillo volviera a tener a su rey en su trono. Rafael Nadal volvió a escribir un capítulo imborrable en la historia del tenis y levantó su décima Copa de los Mosqueteros.

Foto: Getty Images

El Rey llegó a su décima final para enfrentar a Stan Wawrinka, uno de los hombres encargados en cuidar el trono mientras estuvo vacante. El suizo llegaba en condición de invicto cuando de finales de Grand Slam se trataba, pero no había tenido una tarea tan difícil como a la que tuvo que enfrentarse en la Philippe Chatrier. Tenía los méritos y las armas para medirse a Nadal en la arcilla parisina, pero la historia no le perteneció.

Rafael y Stan se enfrentaron en un partido que duró cuatro juegos. Hasta el 2-2 del primer set, el partido lucía igualado, con opciones para ambos y con errores que terminaban decidiendo el punto. Sin embargo, a partir de entonces, Nadal empezó a despegar. El español ganó siete juegos de manera consecutiva.

Foto: Getty Images

Fue sin escalas del 2-2 al 6-2 y 3-0. Rafa ya tenía el primer set en la bolsa y comenzaba a encaminarse a un segundo parcial. La desesperación y la frustración se materializaban en un Wawrinka que no encontraba la manera de hacerle daño a Nadal. Ni un revés paralelo ni un ángulo corto eran suficiente para hacer que El Rey sucumbiera.

Nadal supo lidiar con esa ventaja temprana del segundo parcial para terminar asegurando el segundo set por 6-3. Se colocó a un solo paso de firmar lo impensable por aquellos que pisaban por primera vez una cancha de tenis: levantar 10 veces un mismo Grand Slam. Stan Wawrinka no pudo oponer resistencia.

El Rey volvió a dar una orden y comenzó quebrando en el tercer set. Todo seguía girando en torno a él. El suizo intentó animar al público, que había asistido con la esperanza de recibir un partidazo y terminaron presenciando un espectáculo más de Nadal. Wawrinka hizo el 1-2 y el resto de la historia le perteneció a Nadal.

Foto: Getty Images

El retador no volvería a ganar ningún juego. Rafael no se demoró en alcanzar el triunfo; continuó jugando un tenis que rayaba en la perfección y que hacía a Wawrinka preguntarse por qué el español parecía inmune a todos sus embates. Nadal volvió a quebrar, sostuvo y se colocó a cuatro puntos de distancia de su décimo trofeo en parís.

Y cuando el suizo servía para alargar lo inevitable, el español continuó siendo casi perfecto y no hubo más remedio que aceptar la realidad. Cuando Wawrinka dejó la pelota en la red, El Rey se desmoronó en un momento de humanidad, en el que las lágrimas aparecieron y su cuerpo se encontraba lo más cerca de la arcilla que se podía estar.

Y así El Rey volvió a reclamar su trono. Recibió por décima vez su cetro en forma de trofeo y lo alzó después de tres años de no haberlo hecho; el reino volvió a la normalidad. Rafael Nadal prolongó su legado y su historia. Aquellos tiempos inciertos en los que se pensaba que el español no regresaría a lo más alto quedaron en el pasado, un tiempo en el que El Rey sigue y seguirá reinando por siempre.

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