El primer Gran Slam del año tiene una particularidad excluyente con respecto a los otros tres: el clima. Porque si bien tanto en Roland Garros, Wimbledon y el US Open también se disputan en estaciones calientes, históricamente en aquellos países el calor nunca llega a ser un problema de peso. En Australia, en cambio, el comienzo de año se vive con cada vez más temperatura y en eso no solo repercute en el rendimiento de los jugadores, sino además en su salud.
Foto: ATP
La temporada 2014 fue una bisagra en este aspecto. El desmayo sufrido por el canadiense Frank Dancevic en pleno partido producto de los 43º grados que marcaba el termómetro (“Hasta que alguien muera van a seguir poniendo partidos con este calor”, se quejó el jugador) obligó a las autoridades del torneo tomar medidas. Es por eso que se modificó la llamada “Regla de Condiciones Meteorológicas Extremas”. Esta ordenanza indica que si la temperatura ambiental al momento del partido llega a los 32 grados Celsius, está permitido un descanso de 10 minutos al terminar el segundo y el cuarto el set para que los protagonistas se refresquen. Así como también, en caso de que ya supere los 42º, se podrían hasta postergar los encuentros que estén comenzar o reprogramarlos en canchas principales que cuenten con techo para así evitar la entrada del sol en demasía. Cabe descartar que esta ley existe en el Australian Open desde 1997, pero fue reformulada ya que desde entonces cada año el calor aumenta.
No es nuevo que tanto la ATP como las organizaciones de los torneos piensan poco en el físico de los jugadores. Estos son exigidos a más no poder con la simple idea de que el negocio siga funcionando. Es por eso que encontrar en este caso a los verdaderos protagonistas de este deporte protegidos sorprende y tranquiliza. Debería ser normal.
Por: Leonardo Forgas (@Forgas Leo).