El último torneo grande sobre arcilla antes de Roland Garros llegó a su fin. El Masters 1000 de Roma enfrentó en su final a Novak Djokovic, cuatro veces campeón del certamen y a Alexander Zverev, que llegó apenas a su primer final de un torneo de esta índole.
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El joven alemán no tardó en demostrar que no se conformaba con llegar a la final. Inició el partido quebrando el servicio de Djokovic, que apenas logró hacer un punto en el primer juego, donde los errores no forzados terminaron por pasarle factura. A partir de ese momento, Zverev mostró una solidez que también fue sinónimo de madurez.
Una alta efectividad con el servicio le dio a Zverev un pilar del cual apoyarse durante todo el partido. Con cada juego en el saque, Alexander continuaba demostrando que la concentración y la determinación estaban intactas. Marcaba su propio ritmo, poco tiempo entre los puntos y con intercambios de pocos golpes; el alemán jugaba su partido. Se llevó el primer set por 6-4.
Y Novak Djokovic parecía ser un jugador totalmente distinto a aquel que borró por completo a Dominic Thiem en semifinales. Que celebraba cada punto y que jugaba con la emoción a flor de piel. Ahora era un serbio sin coordinación, sin ritmo y desesperado. Encontraba uno que otro golpe, pero en la devolución seguía inoperante.
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Después de un sorpresivo primer set, quizá se esperaba una segunda manga diferente. Por lo menos, un Djokovic distinto, pero no llegó. Otro quiebre temprano a favor de Zverev se hizo presente y comenzó a encaminar al alemán a su primer título de Masters 1000.
Mientras el alemán se mostraba cada vez más sólido al servicio, al serbio cada vez le costaba más trabajo sostener. Zverev se colocó 5-3 arriba en la segunda manga y le dio a Djokovic la responsabilidad de sacar para seguir con vida. La falta de buenas sensaciones por parte del ex número uno continuó hasta el final; perdió el servicio y al mismo tiempo el alemán logró su mejor triunfo en su corta carrera dentro del circuito.
Alexander Zverev se convirtió en un mago, capaz de controlar el espacio y el tiempo. Transformó el futuro en el presente para dejar de ser una promesa del tenis y convertirse en una realidad. Llegó al top 10 y se convirtió en Maestro por primera vez. Dejó en claro que la realidad puede ser engañosa, porque el futuro no está por venir, el futuro es hoy.